Si alguno de ustedes han hecho algún proceso de coaching personal, o han estudiado tradiciones filosóficas antiguas, se habrá encontrado con un planteamiento interesante, el del poder del ser humano para cambiarlo todo.
En tradiciones como la Kabalah hermética que estudié durante varios años, y antiguas creencias orientales, se ha propuesto que el hombre tiene la capacidad para alterar la mayoría de condiciones que afectan su presente y por ende su futuro. En este sentido, me permito transmitir el epílogo del libro “Que es la vida” de Erwin Schrödinger, en el que a mi forma de ver, se dirime el eterno conflicto existente entre el determinismo puro y el constructivismo reinante hoy, como principio de la anticipación estratégica, y sobre todo, se hace referencia a cómo la humanidad ha concebido el poder propio. He tomado la decisión de transcribirlo completamente, para evitar alterar su idea y los detalles ocultos en la misma, pero sobre todo por respeto al autor. Sobre el determinismo y el libre albedrío. Como recompensa por las molestias que me causó el exponer “sine ira et studio” el aspecto puramente científico de nuestro problema, solicito ahora anuencia para añadir mi propia, y necesariamente subjetiva, visión de las simplicaciones filosóficas del mismo. De acuerdo con la evidencia expuesta en las páginas precedentes, los acontecimientos espacio-temporales del cuerpo de un ser vivo que corresponden a la actividad de su mente, a su autoconciencia y otras acciones, son, si no estrictamente deterministas, en todo caso estadístico-terministas (teniendo en cuenta su estructura compleja y la aceptada explicación estadística de la fisicoquímica). Frente al físico, deseo resaltar que, en mi opinión, y contrariamente a lo defendido en algunos círculos, la indeterminación cuántica no desempeña en esos acontecimientos un papel biológicamente importante, excepto, tal vez, el de que acentúa su carácter puramente accidental en fenómenos como la meiosis, la mutación natural y la inducida por los rayos X, etc. En todo caso, esto es obvio y bien reconocido. En apoyo a mi argumento, permítaseme considerar esto como un hecho, como creo lo haría cualquier biólogo imparcial, si no fuera por esa bien conocida y desagradable sensación de tener que declararse a uno mismo un mecanismo puro. Pues se supone que semejante declaración se opone al libre albedrío, tal como lo garantiza la introspección directa. Pero las experiencias inmediatas, por variadas y dispares que sean, no pueden lógicamente de por sí contradecirse entre ellas. Veamos, pues, si es posible llegar a la conclusión correcta, y no contradictoria, de las dos premisas siguientes: I) Mi cuerpo funciona como un mecanismo puro que sigue las leyes de la Naturaleza. II) Sin embargo, mediante experiencia directa incontrovertible, sé que estoy dirigiendo sus movimientos, cuyos efectos preveo y cuyas consecuencias pueden ser fatales y de máxima importancia, caso en el cual me siento y me hago enteramente responsable de ellas. La única conclusión posible de estos dos hechos es que yo (es decir, yo en el sentido más amplio de la palabra, o sea, toda mente consciente que alguna vez haya dicho o sentido Yo) soy la persona, si es que existe alguna, que controla el movimiento de los átomos, de acuerdo con las leyes de la Naturaleza. Julian Eduardo Meneses Oliveros Cofundador
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Enero 2023
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