![]() “lupus est homo homini, non homo, cum qualis sit non movit.” El hombre es un lobo para el hombre, no un hombre, con lo que es, no se movió. Plauto, Comedia de los asnos. Siglo II, AC. La biología es la ciencia que estudia la vida. Dentro de los principios a estudiar, considero muy importante, presentar al menos los siguientes para evidenciar su relación con la anticipación estratégica: Evolución, supervivencia de la especie, limitación de recursos, Competencia, Etología, y dentro de esta última, el estudio de las especies homínidas como nuestros antepasados. La evolución. Aunque muchos piensan que fue Charles Darwin el primero en plantear formalmente los principios de la teoría de la evolución de las especies, es sencillo observar que fue Anaximandro en el siglo sexto antes de cristo, es decir hace 2.600 años, quien propuso de acuerdo a algunos pocos documentos existentes, que los hombres descendían de los peces, iniciando con esto los fundamentos de la teoría moderna de la evolución. En el año 2012 en Bogotá, se realizó la “Exhibición Darwin” en el claustro la enseñanza, en un exclusivo sector de la ciudad. Como era natural, y con mi amor por la Biología, no podía dejar de asistir al evento. Si bien la exposición a manera de museo, estaba integrada por 10 salas temáticas y un recorrido de aproximadamente 3 horas, hubo algunas de ellas que llamaron mi atención, especialmente las relacionadas con la evolución humana. Durante el recorrido fui eliminando varias ideas erróneas sobre las teorías de Darwin, que habían sido sembradas en mí por procesos educativos, o peor aún se habían formado solas, gracias a mis interpretaciones equivocadas. La primera de ellas era la de selección natural. Hasta ese momento personalmente creía, como muchas personas, que había algún factor que hacía que las especies se fueran adaptando, casi voluntariamente a las condiciones del medio ambiente, haciéndose más aptas, por no decir más competentes para vivir en ese contexto. La verdad me sorprendí mucho, cuando el ver los manuscritos de Darwin, y las interpretaciones y traducciones de los mismos, comprendí que la selección natural era un proceso casi aleatorio, en el que debido a mutaciones generadas por múltiples factores, las nuevas especies mutantes, con características diferenciadas, podrían adaptarse mejor al medio en el que vivían y otras iban desapareciendo. También me sorprendió ver como la selección artificial, no era un proceso nuevo, atribuido solo a la manipulación genética actual, sino que ya hace 10.000 años, los humanos primitivos fueron haciendo selección de especies de plantas aptas para la agricultura, y así con el paso de los siglos, el arroz, el trigo, y otras especies que hoy conocemos como naturales, no lo son para nada. Poco tiempo después recordé el caso de los perros, que originalmente no existían como especie, sino que fue una subespecie proveniente del lobo domesticado y seleccionado también artificialmente por el humano hace aproximadamente 30.000 años, con fines de cacería y seguridad. Finalmente, comprendí que no sobrevive el “más fuerte”, como erróneamente se me había enseñado, sino el más apto, y como ya vimos, al menos en estados naturales esto no se dá por adaptación o selección voluntaria, sino más bien casi por azar, pero también esto me hizo pensar que los seres humanos, gracias a nuestra capacidad intelectual, podríamos realizar cambios en nuestras conductas, comportamientos y creencias, y así como el perro lograr ser los mejor adaptados ya no por selección natural, sino por adaptación artificial. La supervivencia de la especie. Una vez comprendidos los principios anteriores, empecé a investigar sobre el por que se daban los conflictos en los humanos, ya que a todos nos han enseñado que “el hombre nace bueno y las sociedad lo corrompe”, como afirmaba Juan Jacobo Rousseau, pero esto reñía con los principios biológicos. Hacía ya casi 14 años, había realizado un diplomado de “Mecanismos alternativos de resolución de conflictos”, y recordé una frase de una de las profesoras de la fase inicial: “el conflicto es connatural al ser humano”. Estos dos planteamientos eran contrarios, o el hombre nacía bueno y se podía conservar así, o el hombre era como todos los demás seres vivos un organismo en evolución que indefectiblemente tendría conflictos con su propia especie y con otras. La conclusión es obvia y la da el propio sentido común, el hombre no solo no nace bueno, nace hombre, y como hombre es una especie viva, y como organismo vivo, lucha por los recursos para sobrevivir; esto se conoce como: ”EL instinto de conservación”, pero a su vez nos muestra el otro lado de la moneda: “la selección natural”. Julian Eduardo Meneses Oliveros Cofundador
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